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La influencia de la cultura mexicana en la literatura neerlandesa

Hub. Hermans
University of Groningen

Al estudiar la imagen de México que ofrece de sí misma la literatura mexicana, llama la atención que esta imagen muchas veces no sólo es estereotipada, sino también engañosa, cuando no falsa. No es éste el lugar para  investigar las motivaciones que puedan tener los mexicanos para representar su país de esta manera. Ya lo hicieron Octavio Paz, Carlos Fuentes y otros estudiosos de la identidad mexicana. Lo que aquí nos proponemos es estudiar la influencia que tiene México en la literatura neerlandesa, es decir, la flamenca y la holandesa. Resumiendo lo que sigue a continuación no es osado decir que la literatura neerlandesa supera a la mexicana en su capacidad de desdibujar la realidad. Los libros en que se nota un fuerte impacto de la vida mexicana, fruto o no de una estancia  de su autor en ese lejano país, imponen casi todos el carácter de una huída romántica, temporal – lo que a veces dice más sobre el estado anímico de su autor que sobre el cruel o exótico país que describe. A pesar de todo ello es interesante comentar estos libros, ya que a veces también el forastero domina bien el arte de la falsificación, mientras que otras veces sabe evitar los clichés y los lugares comunes sobre el mexicano o lo mexicano. A veces incluso sus observaciones de determinadas costumbres y situaciones ayudan a formarnos una idea más completa de lo que podría ser la identidad mexicana.

Como explica Carlos Fuentes en varios de sus libros, la pérdida de la identidad es algo que siempre ha amenazado la cultura mexicana. En el capítulo `De Quetzalcóatl a Pepsicóatl’ de Tiempo mexicano (1971) Fuentes se sirve de la conocida leyenda de la serpiente emplumada para indagar los límites de lo que es la identidad nacional mexicana. En sus escritos posteriores Carlos Fuentes se nos muestra menos epistemológico y ya se acerca más al Octavio Paz de Posdata, publicado un año antes. Gracias a Posdata nos hemos ido acostumbrando a la idea de que la identidad es una concepción dinámica y polifacética, que ya no refleja un rostro único ni inmutable. La sociedad mexicana es una convivencia en movimiento, en la que nos encontramos con numerosas identidades mexicanas, todas ellas igual de provisionales. El espejo de Tezcatlipoca ya no nos ofrece la imagen de un dios arquetípico, sino la imagen híbrida de lo que Fuentes cínicamente había llamado Pepsicóatl. A pesar de la crítica constante – en la obra de Fuentes – de la anglosajonización de la cultura hispánica, su visión de la misma ha ido modificándose. Anunciando en su Tiempo mexicano el retorno de Quetzalcóatl so forma de Pepsicóatl, Fuentes nos pintaba una situación que no es tan irreal ni tan “indeseable” como parecía antes. En obras posteriores, se ha ido acostumbrando a esta idea: el dios Pepsicóatl no es un dios perfecto, pero sí corresponde perfectamente a la realidad actual en ambos lados de la frontera y en ambos lados del océano. Al analizar las clases medias urbanas en México, Carlos Fuentes se da cuenta del simple hecho que éstas se enfocan más hacia las grandes ciudades de Norteamérica y de Europa que hacia la propia cultura. Para estas clases medias las culturas indígenas pertenecen al pasado, mientras que el futuro se ubica en el norte. Como es de sabido, los libros de Fuentes son todos muy diferentes, algunos de ellos muy experimentales en lo formal y lo técnico, mientras que otros son más tradicionales, pero en casi todos ellos juegan el tiempo y el compromiso con la historia un papel primordial.

Lo mismo se podría decir con relación a la literatura neerlandesa que de alguna manera se ocupa de México. Para llegar a una mejor comprensión de la influencia que ha tenido México en esta literatura distinguiremos en ella tres secciones diferentes: libros de viaje, el peso de la historia y la ligereza de la ficción.

Libros de viaje

Empezando por los libros de viaje, cabe observar en primer lugar que en la literatura neerlandesa de los siglos XVI hasta XIX México apenas juega un papel, a excepción quizás de las referencias a Carlota en la literatura flamenca. Esta influencia se empieza a notar no antes de finales del siglo XIX, durante la larga presidencia de Porfirio Díaz. En un principio esta influencia se limita a libros de viaje, escritos por periodistas y viajeros profesionales que, como el periodista Bierce en Gringo viejo de Carlos Fuentes, entran al país desde el Norte. Un ejemplo es Door het land van Columbus (Por el país de Colón, 1905) de Hendrik P. N. Muller, un comerciante y diplomático holandés. En las más de cien páginas que el autor dedica a México hace un repaso de su historia, empezando por la época precolombina, la colonial y el porfiriato. Analiza la situación económica y política del país, quejándose de la escasa presencia de holandeses – los belgas están mejor representados – en este país de inmensas posibilidades. Interesante es su encuentro con algunos de los holandeses, pero sobre todo su encuentro con el gran Porfirio Díaz. En el año 1901 Muller es recibido en audiencia privada, y el dictador le fascina, tanto por su aspecto físico como por su firmeza. Compartiendo con él una admiración por la actitud de los Boers en África del Sur, lo describe como sigue: “Es un ejemplo de fuerza viril, raro en la historia de la humanidad, uno de los hombres más particulares de nuestros tiempos.” (Muller, 1905, p. 213)

Otro viajero, el periodista Theo de Veer, dedica en 1910 un libro entero a México, titulado Mexico. Reis-studies van een journalist (México. Estudios de viaje de un periodista). Entrando al país por Laredo se enamora en seguida: de los Estados de ‘business’ ha llegado al país de la poesía; del ‘allmighty dollar’ al México de flores y reposo (De Veer, 1910, 12). Al igual que Muller hace una especie de estudio antropológico de los mexicanos, aunque ahora con más pretensiones literarias. Y también De Veer tiene un encuentro con el gran presidente, aunque su punto de referencia ahora no son los Boers, sino los colonizadores holandeses de la actual Indonesia. Discute en 1908 con Díaz la posibilidad de atraer a ingenieros agrícolas forestales e hidráulicos, y de atraer a inmigrantes de la isla de Java, para concluir que bajo este presidente, con su impresionante cabello blanco, la amenaza de una época de pasiones revolucionarias, ha desaparecido definitivamente. A pesar de tales pronósticos equivocados, cabe decir que las descripciones de De Veer, aunque basadas en estudios como el de David A. Wells (Study of Mexico), y provistas de excelentes fotografías, aportan material muy interesante para un estudio de la vida mexicana de aquellos años.

Otro curioso libro es la autobiografía del periodista y traductor Apie Prins. En un capítulo de este libro describe cómo visita en 1914 al general Villa. El encuentro tuvo lugar poco tiempo después de que Villa hubiera matado con su propia pistola al corresponsal del Daily Herald, un tal Benson, por haberle hecho una pregunta impertinente. El periodista holandés, tratando de esconder su miedo, le hace una pregunta sobre este asunto, cosa que Villa le perdona por considerarle hombre audaz. En el momento, sin embargo, en que el periodista le informa sobre Holanda, y sobre la existencia de un Palacio de la Paz en la Haya, se enfada Villa y se termina abruptamente la entrevista. En fin, el relato de esta entrevista no evita los clichés del hombre primitivo, pistolero, tequilero y mujeriego, pero al mismo tiempo es una ilustración bonita de cómo dos mundos diferentes se encuentran, pero no se entienden.

En la literatura los libros de viaje pierden interés a lo largo del siglo XX. No es que ya no se publiquen durante el siglo pasado – todo lo contrario -  pero justamente por su  cercanía en el tiempo, ofrecen menos sorpresas. Describen un país que ya es conocido por todos, y sólo raras veces observan cosas verdaderamente sorprendentes. Pasando por alto los relatos turísticos o periodísticos nos detendremos brevemente en algunos libros escritos con pretensiones literarias. En primer lugar cabe mencionar Tierra caliente (1941) del autor flamenco Karel Jonckheere. Este libro es más que un simple relato de viajes, ya que su autor nos informa simultáneamente de la historia y de la cultura mexicanas. Pero no sólo por la información que nos da – salpicada con anécdotas típicas de los años cuarenta del siglo pasado – también por su ameno estilo sigue siendo de una lectura agradable.

En 1981 los conocidos escritores belgas Hugo Claus y Freddy de Vree emprenden un viaje a EE.UU. y a México, que tendrá como resultado dos libros: un pequeño poemario Fiesta (1981), con poemas de ambos autores (edición muy limitada, de bibliófilos) y un librito para el gran público, Mexico vandaag (México hoy, 1982) relato bellamente ilustrado, en el que los autores ofrecen una confrontación con la cultura mexicana, a la vez que una breve y amena introducción a la arqueología y las artes y culturas de México. En la composición y el estilo de este librito se nota que es fruto de charlas radiofónicas. La fama de un escritor no siempre genera literatura auténtica.

El deseo de escribir literatura auténtica tampoco es una garantía de calidad. El libro De romantiese route (La ruta romántica, 1982) del holandés Piet Poell, es uno de esos libros de viajes en que los elementos autobiográficos predominan sobre lo que se describe. El autor, movido por su admiración por las culturas precolombinas, y cegado por su afán de encontrar al Otro, no llega a comprender por qué los mexicanos no comparten su visión redentorista. En lugar de ello los mexicanos se aferran a una vida de progreso y materialismo de la cual él mismo se había escapado.

Mucho más divertido es el libro ¡Querido hermano! (1988) del autor flamenco Walter van den Broeck. El libro está compuesto de cartas que le dirige el autor a su hermano que reside en México. En las cartas, escritas entre febrero de 1987 y mayo de 1988 no sólo comenta las relaciones familiares, sino también las vicisitudes políticas y culturales en Bélgica, en México y en el resto del mundo. Pero también comenta, siempre de manera irónica, su propio viaje a México. En su relato de una visita a una recepción ofrecida por la Embajada de México no es muy halagador. Una cita: “Al correr el rumor entre la gente de la Embajada de que entre el público se escondía el ‘esperado’ escritor, hubo cierta agitación. Se controlaron hurtadamente los cerrojos de cajas y puertas, y de repente me encontré rodeado de agregados culturales. Necesité exactamente dos minutos para llegar a la conclusión de que éstos entendían de cultura tanto como entienden reses bovinas del consumo de azafrán en cajitas pequeñitas”. (Van den Broeck, 1988, pp. 33-34). La cita es significativa, sobre todo porque los conocimientos de la cultura mexicana del propio Van den Broeck son mínimos.

Más rico en información sobre México es el libro ¡Viva México! (1988) de la escritora holandesa Inez van Dullemen. El libro es una mezcla de relatos periodísticos, crónicas y novelas cortas, ingredientes que todos ellos tienen en común el deseo de descubrir la esencia de la identidad mexicana. Y aunque abundan las casi inevitables referencias a los dioses aztecas, la revolución mexicana y los días de muertos, con un fuerte toque de Samuel Ramos, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Roger Bartra y otros exploradores de la anatomía mexicana, el libro es atractivo por su mezcla de todos estos elementos con una descripción de la vida diaria en México, de antes y de después del terremoto de 1986. A Gertrude Blom, una de las mujeres, que (además de la inevitable Frida Kahlo) figuran en ¡Viva México!, Inez van Dullemen le dedicó una segunda publicación, titulada Het land van rood en zwart (El país de lo blanco y lo negro, 1994). La originalidad de esta espléndida novela reside en su descripción de la vida de esta gran artista, vista desde la vejez. La artista, ya gravemente enferma, nos cuenta en fragmentos su pasado, narrando sus fracasos tanto como sus momentos felices. El tono impresionista, que a veces molestaba en ¡Viva México!, desaparece, dando lugar a un relato apasionado, ligeramente patético, de la forastera que ha sabido como nadie retratar el alma de su segunda patria.

Más periodístico, aunque también enfocado hacia lo antropológico, es el relato Mexicaanse sneeuw (Nieve mexicana, 2000) de Karin Anema. En este libro la autora viaja hacia el Norte y describe cómo poco a poco sabe ganarse la confianza de los tarahumuras, y cómo consigue deshacerse de sus prejuicios hacia este pueblo que le fascina, pero al mismo tiempo aprende que, por más que quiera, nunca será una de ellos.

Un relato muy personal es también Mexico. Hier komen alleen slechte vrouwen (México. Por aquí sólo pasan mujeres malas, 2000) de Maartje Duin. Lo interesante de este libro no reside en el estilo, que es periodístico, sino en la descripción del encuentro, o mejor dicho choque, entre dos culturas juveniles: la de una holandesa, sin pelos en la lengua, y la del hombre mexicano y machista que difícilmente se libera de costumbres centenarias. Pero a pesar de este choque, a veces punzante, el libro es también un canto a la  energía de vivir del pueblo mexicano.

Una misma actitud se desprende de De nacht van de schreeuw (La noche del grito, 2004), un relato de una periodista holandesa Marjon van Royen, que se establece en México, pero que no llega a familiarizarse con el país. La violencia, la corrupción y el machismo, pero sobre todo la falta de sensualidad, de sinceridad y de amistad le impiden encontrarse a gusto. La admiración por la cultura latina, que había nacido durante su estancia en otros países como Italia o Brasil, no aumenta en México. Esto cambia ligeramente cuando entabla amistad con Sandra, una cocinera indígena que se convierte en su heroína. Esta mujer, fuerte, realista y humorística, le enseña que sus problemas son minúsculos en comparación con los de miles de mujeres que a pesar de toda la miseria confían en un futuro mejor.

Como se habrá notado, en esta sección de libros de viaje, casi todos los autores tienen la intención de informar al lector sobre determinados rasgos de México y de sus culturas. En muchos casos esta búsqueda de las señas de identidad de lo desconocido, llega a convertirse al mismo tiempo – a veces sin querer – en una confrontación con la propia identidad, la nacional o la personal. Llama la atención que en los últimos escritos el interés por las culturas precolombinas tiende a desaparecer a favor de una mayor atención por lo que ocurre en la actualidad. El punto de partida sigue siendo la superioridad de lo europeo, a pesar de los intentos – a veces logrados – de parte de escritores más jóvenes, de observar la sociedad mexicana desde ‘dentro’.

El peso de la historia

En la segunda sección, que hemos denominado ‘El peso de la historia’, los autores generalmente intentan apropiarse de una personalidad o de un episodio de la historia mexicana, para informar así al lector –desde ‘dentro’- sobre lo ocurrido. En vista de que se trata de obras literarias, es evidente que en esta sección disminuye el papel informativo y será mayor el papel de la ficción. Trataremos de dar un recuento panorámico – sin pretender ser exhaustivo – de los libros inspirados en la historia y la cultura de México. Para una mayor comprensión los presentaremos por orden cronológico, haciendo así una especie de repaso neerlandés de la historia mexicana.

Una categoría especial la forman las literaturas precolombinas. Quedan aquí fuera de consideración los muchos libros escritos por historiadores y antropólogos que tratan de la época precolombina, así como las muchas traducciones y ediciones anotadas de textos en lenguas indígenas. Limitándonos al tema de la influencia en la literatura neerlandesa cabe destacar, sin embargo, la inmensa labor emprendida por Rudolf van Zantwijk para dar a conocer al público de lengua neerlandesa muchos textos escritos en náhuatl. Es de suponer que gracias a sus esfuerzos y los de otros traductores, algunos de los autores mencionados en lo que sigue, tuvieran conocimiento de estas ricas fuentes de inspiración. Uno de los autores más relevantes, aunque basándose todavía en traducciones anteriores (Garibay, León Portilla, Schultze Jena) es el escritor holandés H.C. ten Berge. El experimento y el elemento indígena juegan en sus obras un papel primordial. En su poemario Personages (Personajes, 1967) incorpora fragmentos de crónicas y canciones que relatan el ocaso de Tenochtitlán. Justamente por la combinación de experimento y de tradición estos textos adquieren una frescura que los hace intemporal.

Muy interesante también es su novela Het geheim van een opgewekt humeur (El secreto de un buen humor, 1986). En esta novela, el amor, el incesto y la muerte forman el trasfondo de una historia que se desarrolla en parte en Holanda y en parte en Chiapas. De entre las muchas historias caleidoscópicas, entrelazadas fragmentariamente, destacan la de una visita a la biblioteca de la pareja Blom en San Bartolomé de las Casas y la de dos hermanos nacidos en Groninga, que en el siglo XVI emprenden un viaje a Chiapas. Todas las historias en su conjunto ofrecen en su mezcla de ficción y realidad, pasado y presente, México y Holanda, un fresco sorprendente de este universo novelesco en el que nos toca vivir.

Una similar inspiración en el mundo de pasado y presente la encontramos en el libro Aztlán (1990) del escritor flamenco Claude van de Berge. En un estilo épico-lírico el autor nos hace partícipe de una especie de odisea por la realidad, a través del  propio lenguaje. Cada uno de los cinco capítulos de este libro, cuyo subtítulo reza Inscripciones, empieza con un breve texto en náhuatl, del que los sonidos forman la base para la narración, un viaje en palabras, que sigue a continuación.

En cuanto a la época de la conquista y de la colonia también dejaremos fuera de consideración los libros escritos por historiadores y sociólogos, así como las traducciones y ediciones anotadas de los escritos de Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el Padre de las Casas. Queremos hacer excepción, sin embargo, de un libro publicado por el hispanista holandés Johan Brouwer en 1933, titulado Hernán Cortés y Moctezuma. Aunque ya existían algunas traducciones anteriores, este libro es  por su mezcla de comentarios histórico-literarios y de todo tipo de textos de la época de la conquista, hasta el día de hoy, una rica fuente de inspiración para cualquier lector neerlandés interesado en esta materia. Cabe observar que el punto de vista del autor es muy tradicional. Pinta a Cortés y a Bernal Díaz como hombres audaces que le llevaron al Nuevo Mundo una rica civilización: la española y la católica.

Una visión menos maniquea y más moderna de la época de la conquista, la da el escritor flamenco Willy Spillebeen en su novela histórica Cortés of de val (Cortés o la caída, 1997). Un  hombre español, que en su juventud había sido paje de Cortés, y más tarde también de Moctezuma, atiende ya mayor, en tanto que padre espiritual, a Cortés en su lecho de muerte. Esta ocasión le ofrece la posibilidad de hacer un repaso de la vida de ámbos. Cortés ya no es el hombre audaz de Brouwer, sino un hombre egoísta y cruel que no supo amar a nadie. El verdadero protagonista de la historia es su confesor, que ya de joven iba en busca de su padre, pero que no lo encontró en el suyo propio, ni en Cortés, pero sí en el malogrado Moctezuma. El final de su vida decide dedicárselo a los pobres. El mensaje de esta novela es quizá demasiado políticamente correcto, el tono quizá demasiado juvenil, pero en su totalidad da una visión polifacética de la época de la conquista.

Tanto en Holanda como en Bélgica escasean los testimonios de la época de la colonia. De Sor Juana, por ejemplo, hay muy pocos textos traducidos, y que sepamos no hay libros en neerlandés dedicados a su vida y obra. Cabe referirnos, sin embargo, a dos producciones teatrales, que lamentablemente no llegaron a publicarse. En primer lugar habrá que mencionar la pieza radiofónica Het hoofd is vruchtbaarder dan de schoot (La cabeza es más fructífera que el regazo) de la escritora Fleur Bourgonje. Esta pieza fue emitida por la radio holandesa IKON en 1992. También habrá que mencionar la producción teatral Juana, estrenada bajo la dirección del autor de la misma, Rense Royaards, en Holanda (1998). La obra está basada en textos de Sor Juana, de su director espiritual Antonio Núñez de Miranda y de Virginia Woolf. Los tres autores intercambian emociones e ideas, llegando así a encuentros y desencuentros. Sentimos a la hora de redactar estas líneas no haber podido consultar estos dos textos.

Haciendo un salto en el tiempo, la literatura neerlandesa presta algo más de atención a la emperatriz Carlota, aunque sin poder contar con obras excelentes. Muy mediocre, aunque fiel reflejo de la documentación disponible en aquel entonces, es la novela Maximiliano y Carlota (1967) del autor flamenco Johan Elsing. Llegado al final de la ‘vida novelada’ de Maximiliano, tan sólo restan unas diez páginas para contarnos el medio siglo que pasará la emperatriz en Bélgica.

Más interesante es De kleedkamer van Moctezuma (El camarín de Moctezuma, 1996) del dramaturgo holandés, anteriormente citado, Rense Royaards. El título de este libro, al igual que el subtítulo ‘relatos de viaje’ es muy engañoso ya que el 75% de sus páginas lo ocupa una narración, titulada “La princesa”, que reconstruye literariamente la vida y el desenlace trágico de Carlota. La última parte de esta narración está inspirada en una obra de teatro que Royaards había escrito y dirigido ya anteriormente, en 1993. Esta obra trataba la locura de los últimos años de la emperatriz, y se titulaba Prinses van Chichén Itzá (La princesa de Chichén Itzá).

En Flandes se montó en 1994 la obra de teatro Zotte Charlotte (La loca Carlota, un drama histórico de Patrick Bernauw, y  en 1996 Mama Carlota de Frans Depeuter. Esta última obra de teatro, inspirada en la conocida canción “Adiós, mamá Carlota”, describe lo que pasó el 7 de junio de 1926, medio año antes del fallecimiento de Carlota. La pieza enseña toda la amalgama de sufrimientos que convirtieron la vida de esta mujer en un verdadero infierno: las intrigas, los fracasos políticos, la pasión no correspondida, la soledad, la locura y el miedo a la muerte. Lamentablemente el texto se quedó sin publicar. Sería interesante estudiar en ella la relación intertextual con obras mexicanas, como por ej. Noticias del Imperio (1987) de Fernando del Paso. Para el año 2007 está anunciada en Bruselas la obra La ejecución de Maximiliano, dirigida y escrita por Rudi Meulemans, y según la información disponible en la web, basada en el famoso cuadro homónimo de Manet.

Temáticamente vamos llegando poco a poco al siglo veinte, donde habría sido de esperar que el tema de la revolución mexicana fuera una de las fuentes de inspiración. Pero no es ése el caso. Aunque haya algunas novelas en que esta revolución juega un papel, siempre será un papel muy secundario. Se tradujeron al neerlandés las grandes novelas de la revolución (Azuela, Guzmán, Romero, y más tarde también Rulfo, Fuentes y Mastretta), pero no se llegó a publicar un libro similar.

La única personalidad mexicana del siglo XX que en algunas obras literarias neerlandesas desempeña un papel es Frida Kahlo. Gracias a exposiciones y catálogos,  películas y biografías traducidas, Frida se ha convertido también en Holanda y en Bélgica en una personalidad ‘cult’. En 1990 la directora de ballet, Dea Koert, montó en colaboración con la fotógrafa Diana Blok, una obra de teatro experimental Wat het water mij gaf (Lo que me dio el agua), inspirada en la vida y obra de Frida Kahlo. En 1994 se publicó la comedia radiofónica Wij, Frida Kahlo (Nosotras, Frida Kahlo) de Cocky van Bokhoven, emitida por la radio en ese mismo año. Esta obrita de teatro, premiada y traducida al inglés y al francés, parte en dos la persona de Frida Kahlo: Frida es la mujer sufrida, ya mayor, mutilada por la vida y por su amor; Kahlo es la joven de 18 años que no quiere resignarse de ninguna manera.

Como se habrá notado, en esta sección que trata del peso de la historia, siempre hay una mezcla de ficción y realidad; en algunos casos, como el de Ten Berge, esta mezcla adquiere un carácter posmoderno, con la correspondiente duda acerca de un posible conocimiento de la realidad. Lo que llama la atención es que se le preste bastante atención al lejano pasado y que decaiga la atención, salvo el dúo dinámico de Carlota y Frida, por lo que ocurrió en siglos posteriores.

La ligereza de la ficción

Hemos reservado una sección especial para aquellas obras literarias en las que el elemento ficticio predomina sobre las referencias a una realidad histórica, o sea, la tradicional literatura ficticia. Claro que no desaparece por completo la historia, pero ya no pesa, razón por la cual denominamos esta última sección: ‘la ligereza de la ficción’. Dentro de esta sección encontraremos a algunos de los grandes escritores en neerlandés, aunque convendría observar al mismo tiempo que, para historiadores, esta sección será menos interesante, ya que las referencias concretas a la realidad mexicana, nunca son fidedignas: el autor siempre puede esconderse detrás de su máscara de ficción.

Dentro de esta sección ocupa un lugar destacado una novela de uno de los más grandes poetas holandeses, Jan Slauerhoff, titulada De opstand van Guadalajara (La rebelión de Guadalajara, 1937). La acción de esta novela se desarrolla, como su mismo título indica, en Guadalajara, en los años sesenta del siglo XIX, aunque con fuertes reminiscencias de las más recientes guerras cristeras. Los elementos históricos en esta novela, al igual que en los otros textos que mencionaremos a continuación, a veces parecen erróneos, pero como ya decíamos, de ello no podemos acusar al autor. Slauerhoff, entre otras cosas, traductor de La sombra del caudillo, era médico a bordo y un incansable viajero por el mar, con ‘saudade’ de tierra. Uno de los barcos a cuyo servicio estaba, era el ‘Simón Bolívar’, de la Línea Colón, que conectaba con las costas del Caribe y que también le llevó a México. Casi al final de su corta vida redactó la novelita anteriormente citada. La obra trata de un vagabundo, de profesión vidriero, que impulsado por un joven ambicioso cura indígena, es presentado a la población como el nuevo Mesías. En un principio los pobres, apáticos indígenas le consideran como el nuevo, tan esperado redentor, pero el movimiento religioso adquiere, gracias a las intrigas de los líderes revolucionarios, un carácter marcadamente político. La rebelión fracasa y el seudo-Mesías es crucificado a medias, para luego convertirse en una especie de atracción turística en la hacienda de uno de los terratenientes. La novela, que presenta una visión muy irónica del poder del clero y de los ricos, es sobre todo un ataque a la imposibilidad de poder cambiar el mundo. Cualquier alternativa parece estar condenada a priori al fracaso. La rebelión de Guadalajara también hace pensar en lo ocurrido durante la tan sangrienta Guerra de Canudos, que también fue un movimiento de cuño religioso que adquirió tintes políticos. La famosa novela Los sertones. Campaña de Canudos de Euclides da Cunha, se publicaría en 1938, un año después de la de Slauerhoff.

Una perspectiva nihilista parecida se encuentra en la obra de F.C. Terborgh (seudónimo del diplomático holandés Reijnier Flaes). La acción de algunos de sus cuentos y novelas cortas se desarrolla en México. Una de estas novelas cortas, Sierra Solana 1962) es una pequeña obra maestra. Como casi siempre en Terborgh, el protagonista es el paisaje, y no ocurre casi nada. En este caso se describe el apego del hombre a la desolada soledad de la sierra. Un ingeniero español es el gerente de una mina no rentable, pero en lugar de cerrarla, se encierra en su miserable empresa, ya que a pesar de todo, la mina da de comer a los pobres indígenas. La posibilidad de encontrar oro en otra mina de repente echa a perder el equilibrio existente entre la población, hasta que el ingeniero sucumbe en un accidente, y todo vuelve a ser como había sido siempre. El ambiente es muy parecido al de alguno de los Cuentos del General (1896) de Vicente Riva Palacio, en los que bulle un semejante espíritu mordaz y punzante.

Mucho más optimistas son las novelas de Albert Helman. Este escritor holandés, nacido en el Surinam, se instala, después de haber participado en la Guerra Civil española, en 1937 en México, donde se quedará dos años. Fuertemente impresionado por este país escribe entre 1939 y 1988 una tetralogía dedicada a México, o más concretamente al papel que desempeñan los cuatro elementos en el país. En la primera novela, Het vergeten gezicht (La cara olvidada, 1939) trata del agua y de la tierra; en la segunda, De rancho der X  mysteries (El rancho de los diez misterios, 1941) de las reformas agrarias; en la tercera, Afdaling in de vulkaan (El descenso al volcán, 1949) del fuego y en la última, Zusters van liefde (Hermanas de caridad, 1988) del fuego y del aire. Aunque en estas novelas la historia y la cultura mexicanas juegan un papel importante, son principalmente novelas de aventuras, con tramas bastante complicadas, aunque de una lectura agradable. De este ciclo de novelas, la segunda era en su tiempo un auténtico ‘bestseller’, pero la última – que no lo fue – es la más densa, la más interesante. El problema de la novelística de Helman es su pretensión de querer demasiado: no sólo ha querido oponer occidente y oriente – en este caso respectivamente México versus Holanda – también ha querido oponer las fuerzas todopoderosas de la Naturaleza a las fuerzas destructivas del Estado y de la Iglesia, proporcionando al mismo tiempo al lector todo tipo de información sobre los usos y costumbres del pueblo mexicano. En la última novela describe la vida de seis mujeres – siempre personalidades fuertes en Helman – que representan cada una a su manera un aspecto diferente de la sociedad mexicana. En su búsqueda de una vida mejor chocan con las fuerzas destructivas que operan dentro de la sociedad, a la vez que con las fuerzas de la naturaleza. Frente a toda esta violencia el único antídoto lo constituye la caridad, el amor. Las novelas de Helman han ayudado a sus lectores a formarse una imagen de cómo es México y de cómo son sus habitantes. De acuerdo con esta imagen, aspecto que se subraya también en las críticas y reseñas de esta tetralogía, los mexicanos viven cerca de la naturaleza, apegados a la tierra y a la cultura de los ancestros. Sus anhelos de una sociedad ideal son desgarrados por la credibilidad, la violencia y las otras fuerzas negativas. En resumen, se trata de una imagen, fiel o no al carácter mexicano, que linda con lo tópico, lo que sin duda no ha sido el propósito de su autor. Helman, seguramente ha querido dar a su público lector una  imagen del Otro, que él, en tanto que hijo del Caribe, pretendía conocer y comprender mejor que la mayoría de sus lectores.

El cuento Quauhquauhtinchan in den vreemde (Quauhquauhtinchan en el extranjero, 1962) lleva el subtítulo ‘cuento de hadas’ y es una narración inspirada en leyendas indígenas. En resumidas cuentas trata de una mujer que muere al dar a luz a su hijo Quauhquahtinchan, engendrado por el dios Totec. Un indio viejo, Xquiq encuentra el cadáver de la mujer en el campo y decide ocuparse del huérfano recién nacido como si fuera su propio hijo. Años más tarde, el joven Quauhquauhtinchan, haciendo el amor con su novia, de pronto se siente amenazado por Totec, y lo mata. Sin querer, el ahora desmayado Quauhquauhtinchan ha matado a su propio padre. Todavía en estado de inconciencia el cuerpo de Quauhquauhtinchan empieza a crecer y crecer hasta adquirir un tamaño gigantesco. En el momento en que este proceso de crecimiento empieza en representar un problema serio para su entorno, la reacción de los notables del país se describe de manera siguiente: “cuatro ministros, sesenta generales, el director de correos y un sinfín de capitalistas ya habían abandonado el país, y habían – después de haber perforado su globo con una aguja de punto – volado hacia el punto extremo de esta bola”. Al final del cuento el cuerpo, más grande ya que este mundo, amenaza con aplastarnos a todos hasta desaparecer en el cosmos. De esta manera el autor plantea,  con la ayuda de la mitología indígena mexicana, el tema tan edípico de cómo superar a la muerte; que llegará a ser un tema recurrente en la obra de Mulisch.

En la obra de teatro, Los muertesitos. ¡Onze geliefde doden! (Los muertecitos. ¡Onze geliefde doden!, 1988) del dramaturgo flamenco Arne Sierens, la acción parece desarrollarse en Coyoacán, a finales de los años treinta. Los diálogos, entre surrealistas y delirantes, refieren tanto a héroes de la revolución mexicana como a compatriotas de Trotski, para llegar a una apoteosis el 20 de agosto de 1940, día del asesinato de Trotski. Pero las referencias a personas existentes no son realistas: se trata de monólogos y diálogos de nuestros queridos muertos que, como en Pedro Páramo, ya no forman parte del supuesto reino de los seres vivos.

Algo más realista es la obra de teatro Mezcal (1983) de Jan Ottenhof. Esta obra, inspirada en la vida y obra de Malcolm Lowry, especialmente en Bajo el volcán, trata del eterno tema de amor, traición y muerte. En esta obra de teatro el escritor se llama Conrad, y su ángel exterminador, el paria, se llama simbólicamente Moctezuma. La acción se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial, en un barco mexicano de tres plantas. La planta baja, el cuarto de máquinas, es el infierno; la primera planta, una especie de pasarela, es el purgatorio y la segunda planta, la cubierta, el cielo. Es evidente que el infierno, el mezcal, al mismo tiempo es la fuente, la cuna de la literatura.

La naturaleza mexicana, tan importante en la obra de Helman, también juega un papel destacado en la novela de otro autor prolífico, ahora algo olvidado, Max Dendermonde. Su libro Uit Mexico ben ik gevlucht, mevrouw, gevlucht! (¡He huido de México, señora, huido!, 1983), ya se desarrolla en los tiempos actuales. Es una curiosa novela, escrita en forma de una larga carta del narrador a la madre de un colega-arqueólogo, que está preocupada por la desaparición de su hijo. Resulta que este hijo ha sido asesinado a consecuencia de unos amores adúlteros en que participa también el autor de la carta. Su descripción de lo ocurrido le da la posibilidad de retratar el paisaje mexicano y el misterioso y violento ambiente en que se ve envuelto, que le lleva finalmente a su huida. La cita siguiente del final de la carta, resume su visión de los hechos: “Usted debería darse cuenta, señora, de que no afirmo nada con lo que le digo, porque esto no sería posible con relación a México, donde la revolución ya perdura más de siete décadas, donde todo burbujea y fermenta como en Islandia, donde se hace la música más maravillosa y la más vulgar, donde nace el amor más puro y donde se cometen los asesinatos más oscuros, en un rincón de la calle, con un rasgo de pluma o simplemente imponiéndole a uno silencio, o como sea. No se puede afirmar nada sobre México, ni probar nada. Pero mucho queda por adivinar.” (Dendermonde, 1983, pp. 140-141)

Hay toda una serie de novelas que, a pesar de su estructura novelesca y del predominio de la ficción, en el fondo han guardado el carácter de relatos de viaje. Un ejemplo es la novela Vera Cruz voorbij (Más allá de Veracruz, 1994) de Ad ten Bosch. Es la historia, al parecer autobiográfica de un joven holandés que se enamora de una mexicana en el Canadá. Persigue su amor hasta México, pero ni ella ni él se deciden. Desengañado vuelve al Canadá.

De sneeuwvrouw wacht (La mujer de nieve espera, 1984) del periodista y traductor Jean Schalekamp también es una novela que deja traslucir lo autobiográfico en forma de relato de viaje. Un hombre hace, en compañía de su mujer y de su hijo, un viaje por los Estados Unidos, Guatemala y México. En este último país el protagonista, indeciso también, se da cuenta de que su nuevo amor, la mujer de nieve, le espera en Estados Unidos, pero el final abierto de la novela deja en el medio si vuelve hacia ella, o no.

De inspiración mexicana es asimismo la novela De bedrieglijke warmte van vuur (El calor engañoso de fuego, 1993) de Fleur Bourgonje. Esta escritora, que vivió largos años en toda América latina, describe en esta novela poética y asociativa el problema de un matrimonio que fracasa. Dos mundos, tan entrelazados entre sí, se van convirtiendo en polos opuestos irreconciliables: frío y calor, razón y mito, verdad y mentira, hombre y mujer, Ámsterdam y México. Pero ficción, arte y realidad (en tanto que denominadores comunes) resultan difíciles de separar.

Un parecido trasfondo mexicano y (auto)biográfico nos ofrece la novela de Walter Van den Broeck, Amanda en de widowmaker (Amanda y el hacedor de viudas, 1994). Es una novela corta, escrita en forma de monólogo, en que la protagonista, una mujer mexicana, relata la vida y los últimos días que anteceden a la muerte de su marido; un macho belga, tan encantador como infiel. Además de esta historia íntima, la novelita también describe la situación social en México, sin olvidar las alusiones a la emperatriz Carlota y al cuerpo diplomático belga, que ya había desempeñado un papel en ¡Querido hermano! del mismo autor.

Aster Berkhof, el prolífico escritor flamenco, que ya en 1954 había publicado Bajo el sol de México (Onder de zon van Mexico), un libro de relatos de viaje, escribe en 1985 una novela, titulada Mexico Bar, que viene a ser una mezcla de novela rosa y negra; de amor y de crimen. Las palabras en español que salpican el relato y los personajes típicos de la zona fronteriza con los EE.UU. dan un gran color local a esta novela, que se lee fácilmente, pero que no parece pretender a más.

Más pretensiones literarias tiene la novela corta Quintana Roo (1994) del holandés Ronald Vonk. Trata de un grupo de contrabandistas que decide desplazar sus acciones hacia la costa de Tulum. El trasfondo de esta novelita es el México estereotipado de sol, amor, vegetación submarina, obras de arte mayas y vendedores astutos. A pesar de sus pretensiones la novela no consigue adentrar en lo auténtico mexicano.

Además de los escritores mencionados que se dejaron inspirar por México en una o en varias de sus obras, hay también escritores que utilizan México como trasfondo en fragmentos de sus obras o que se dejan inspirar por la obra o el estilo de algún autor mexicano. Un ejemplo de la primera categoría lo encontramos en algún que otro fragmento de la novela Het is zover (Ha llegado a tanto, 1992) de Marijke Höweler o en fragmentos de varios libros  – entre prosa y poesía – de Bert Schierbeek. En este último autor también encontramos un ejemplo de la segunda categoría. Así intercala Schierbeek, parafraseando, en In en uitgang (Entrada y salida, 1989) frases de la Historia General de las Indias de Francisco López de Gómara. Otro ejemplo de esta segunda categoría sería el cuento “Wat het water gaf” (Lo que [me] dio el agua) de la ya mencionada escritora Fleur Bourgonje. Como adivinará el lector, este cuento se inspira en el cuadro homónimo de Frida Kahlo. El título de otra narración de esta escritora, “Het labyrint van volgzaamheid” (El laberinto de la docilidad) – cuya acción se desarrolla en México – es una clara referencia intertextual a la conocida obra de Octavio Paz. También podríamos referir a varios de poemas de K. Michel, inspirados en la obra de Octavio Paz, pero la constatación de este tipo de influencias siempre es difícil y necesitaría un estudio más detallado.

Lo que sí se puede comprobar sin correr ningún riesgo es que autores como Paz, Rulfo y Fuentes han sido leídos por muchos autores neerlandeses y que esta lectura (muchas veces en traducción) ha influenciado su escritura. También han sido traducidas al neerlandés obras de escritores del Post-Boom, como Ibargüengoitia, Pitol, Aridjis, Del Paso, Mastretta y Esquivel; sobre todo la última escritora ha tendido mucho éxito por parte del público lector. La crítica de las traducciones de Esquivel, sin embargo, ha sido bastante menos favorable, al igual que en el caso de una imitadora holandesa del estilo de Esquivel (de García Márquez y de Allende): Elle Eggels. También se han traducido obras de una generación más joven, Padilla, Villoro, Volpi y Arriaga, pero sus novelas han tenido mucho menos éxito que las de sus antecesores del Boom o que las películas de compañeros de generación como Cuarón o González Iñárritu.

Al hablar brevemente sobre el impacto de la cultura y la literatura mexicanas en la cultura neerlandesa merece especial atención la labor emprendida por la cantante Nynke Laverman que en su último disco, titulado De maisfrou (La mujer de maíz, 2006), se inspiró en la vida mexicana, utilizando para las letras (en frisón) canciones folklóricas mexicanas, textos propios y poemas de la escritora frisona Albertina Soepboer. Un ejemplo de la canción titular (con letra de Soepboer): “En torno a las dos caderas de la mujer de maíz/ corre el río, el río triste/ del dolor sin agua pura/ del hombre sin sombra profunda/ del muro sin puerta de madera/ y en torno a las dos caderas de la mujer de maíz/ corre el río, el río triste”.

A modo de conclusión

En resumen se podría decir que México y sus culturas siguen siendo una fuente de inspiración para la literatura neerlandesa. En los libros de viaje desaparece el interés por el pasado lejano a favor de un acercamiento crítico a la actualidad del país, mientras que en los libros históricos pasa lo contrario: muestran un gran interés por el pasado remoto y poca atención por los grandes sucesos del siglo veinte. En los libros de ficción, finalmente, el foco de interés se dirige hacia el paisaje, el folklore y hacia el hombre mexicano, que en su conjunto dieron forma a lo que consideramos la identidad mexicana. A excepción de los libros de viaje de Inez van Dullemen, es en esta sección en que la literatura neerlandesa ha dejado sus mejores frutos (Slauerhoff, Terborgh, Helman, Mulisch y Bourgonje). Cabe observar una vez más que aquí la oposición de los elementos, especialmente el del fuego o del calor versus la nieve o el frío (Anema, Helman, Schalekamp, Bourgonje) juega un papel primordial. Este simbolismo, por primitivo que pueda parecer, abre la posibilidad de adentrar en lo auténtico mexicano, lo humano y lo universal (lo que une y separa a los hombres de ambos lados del océano) rehuyendo al mismo tiempo la repetición de los eternos tópicos sobre ese lejano país. No nos sorprenderá que sea precisamente el afán de informar al lector en muchos de los libros de viaje y de historia, el obstáculo que los mantiene alejados de la buena literatura.

Por otra parte, es evidente que para la cultura neerlandesa esta influencia de lo mexicano no forma ningún tipo de amenaza, sino que es un enriquecimiento. Lo mismo se podría decir de la influencia de la cultura neerlandesa en la mexicana, aunque sería difícil, para no decir imposible, demostrarla. De todos modos cabría decir que una hipotética influencia sería enriquecedora. Al igual que para Fuentes en su último periodo literario, para quien la anglosajonización de la cultura mexicana es amenazante, al mismo tiempo forma un desafío: la inminente globalización puede ser criticada por la pérdida de unas señas de identidad, pero también podría llevar a un nuevo mestizaje. Pero no nos engañemos: todas estas voces en diferentes lenguas y en diferentes registros constituyen en su conjunto un panorama de las relaciones híbridas y polifacéticas entre culturas que, en la visión utópica de Fuentes, terminarán uniéndose. Quetzalcóatl no ha retornado, ni retornará por el oriente, sino que cruza todas las fronteras; cualquier muro de hierro, de alambre de púa o de cristal. No le importa que ahora le llamen Pepsicóatl o Philipscóatl. Nunca retornará de la misma manera, y siempre será diferente. Y con ello también la literatura neerlandesa, que al igual que la novelística de Fuentes y de otros autores mexicanos van a formar parte de una literatura universal que no sólo se lee a ambos lados de la frontera mexicana, sino también a ambos lados del océano, y sin preocuparse más por la pérdida de una propia identidad cultural.

Listado de obras literarias citadas

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Berge, Claude van de. 1990. Aztlan. Inscripties, Antwerpen, Manteau.

Berge, H.C. ten. 1967. Personages, Ámsterdam, Van Gennep.

—. 1986. Het geheim van een opgewekt humeur, Amsterdam, Meulenhoff.

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Bernauw, Patrick. 1994. Zotte Charlotte (Monólogo teatral, sin publicar).

Bokhoven, Cocky van. 1994. Wij, Frida Kahlo, Eindhoven: Uitgeverij Opwenteling.

Bosch, Ad ten. 1994. Vera Cruz voorbij, Ámsterdam, Meulenhoff.

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—. 1992. Het hoofd is vruchtbaarder dan de schoot (Pieza radiofónica, sin publicar).

—. 1993. De bedrieglijke warmte van vuur, Ámsterdam, Meulenhoff.

—. 1998. “Het labyrint der volgzaamheid” en: De verhalen, Ámsterdam, Atlas.

Brouwer, Johan. 1933. Hernán Cortés en Monteczuma, Zutphen, Thieme.

Claus, Hugo y Freddy de Vree. 1981. Fiesta, Antwerpen, Ziggurat.

—. 1982. Mexico vandaag. Land van Posada. Met een bijdrage over muziek in Mexico van Peter Andriessen, Brussel, BRT.

Dendermonde, Max. 1983. Uit Mexico ben ik gevlucht, mevrouw, gevlucht! Utrecht/Amberes, Veen.

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